La tensión arterial: un asunto del corazón
La tensión arterial depende directamente del trabajo del corazón, que funciona como una bomba que absorbe y expulsa la sangre. Los valores de la tensión arterial pueden calcularse en base a la relación entre la cantidad de sangre bombeada por el corazón y la resistencia de los vasos sanguíneos.
El sistema cardiovascular está formado por el corazón y los vasos sanguíneos, arterias y venas que contienen y transportan la sangre por todo nuestro organismo. El corazón es una especie de bomba que aspira y expulsa la sangre. Está formado por dos aurículas y dos ventrículos, las puertas por las que entra y sale la sangre.
El trabajo del corazón: contracción y relajación
La tensión arterial es la presión que ejerce la sangre bombeada por el corazón contra las arterias durante las fases de la actividad cardíaca. El trabajo del corazón se divide en dos fases: contracción y relajación. Durante la fase de contracción la tensión arterial alcanza su máximo nivel, mientras que durante la relajación se registran los valores mínimos.
Las diferentes tensiones arteriales: sistólica y diastólica
Durante la fase de contracción del corazón, la sangre entra en el circuito arterial sistémico, así como en el pulmonar, generando en el interior de las arterias una presión llamada “tensión sistólica” o tensión máxima. Cuando el corazón se relaja, la sangre vuelve a él a través de las redes de venas de la circulación sistémica y pulmonar: de este modo disminuye la presión del interior de las arterias, es la “tensión diastólica” o mínima. Cuando la tensión arterial es mayor de lo normal, el corazón debe trabajar más para impulsar la sangre al circuito arterial, y con el tiempo, esta situación acaba dañando el corazón y las arterias, empezando por los riñones y los ojos.
La fórmula de la tensión arterial
La tensión arterial depende de la cantidad de sangre bombeada por el corazón, de la fuerza de la contracción del músculo cardíaco y de la resistencia al flujo de los vasos sanguíneos. La tensión arterial es, en otras palabras, igual al producto entre la cantidad de sangre bombeada por el corazón (gasto cardíaco) y las resistencias de los vasos sanguíneos.
La tensión arterial depende del gasto cardíaco y de la resistencia de las arterias
Los mecanismos de aparición de la tensión alta pueden actuar bien mediante un aumento de las resistencias periféricas o de un aumento del gasto cardíaco. El aumento del gasto cardíaco puede resultar por una estimulación del sistema nervioso simpático, que aumenta la frecuencia cardíaca, o por un incremento de los líquidos de la sangre. Un papel fundamental en la regulación de los líquidos circulantes se lleva a cabo por el riñón. La sal también tiene el papel de “primer actor” ya que la retención renal de sodio induce al aumento de líquidos.
Cuando la parte sólida prevalece sobre la líquida: el efecto del hematocrito en la tensión
De entre los principales factores de riesgo de la tensión alta destaca el hematocrito, que es la concentración en sangre de glóbulos rojos, corpúsculos que conforman su parte sólida. Cuando los valores de hematocrito son altos significa que la circulación de la sangre es más difícil, lo que puede dar lugar a un aumento de la tensión. En condiciones normales, la relación entre la parte líquida de la sangre, el plasma, y la sólida, los glóbulos rojos, es como máximo de un 48 por ciento de plasma y de un 52 por ciento de glóbulos rojos en el hombre, mientras que en la mujer es de un 54 por ciento de plasma y de 46 por ciento de glóbulos rojos. De entre los factores de riesgo que aumentan los valores de hematocrito cabe destacar la excesiva sudoración, que sustrae líquidos al organismo, el uso de fármacos diuréticos, la altitud y la insuficiencia renal.