Ahí va el primer consejo: antes de decidir si cubrir la herida o no, debes cortar la hemorragia en caso de que exista. Es fácil: ejerce una fuerte presión con los dedos o con la palma de la mano sobre la zona de la herida. Una vez hecho esto, podrás desinfectar y proteger la herida con un vendaje estéril o un apósito normal.
Si tu herida está cicatrizando, lo mejor es dejarla al aire libre. Si reduces la cantidad de oxígeno que circula sobre la herida allanarás el camino a las bacterias que adoran vivir "a cubierto".
¿Tu herida supura líquido o pus? Si es así, es muy probable que se haya infectado. Tápala para evitar que la infección se propague a otras zonas del cuerpo.
Debes saber, sin embargo, que algunos tipos de apósitos garantizan a tu herida un ambiente húmedo que aporta la oxigenación necesaria para su total curación, reduciendo de paso la probabilidad de quedarse con antiestéticas cicatrices.
Si tienes una herida, protégela siempre de los rayos solares. Las radiaciones tienen un efecto irritante y deshidratante sobre las heridas abiertas, lo que podría tener consecuencias graves y aumentar el riesgo de sufrir cicatrices. Normalmente debes evitar exponerla al sol, aunque también depende de la gravedad de la herida: las más graves deben estar un año "a cubierto".