¿Qué tres cosas no te deben faltar nunca antes de la inyección subcutánea? Un tampón para desinfectar la zona donde te inyectas el fármaco, la pluma recargable o ya cargada con insulina (u otro fármaco) que en algunos casos ya contiene la dosis recomendada; y la aguja-pluma o la clásica jeringa de insulina.
Existen tres tipos de agujas para la inyección subcutánea según su longitud: las más comunes son las de 3,5, 6 y 8 milímetros. Debes saber que en función de la longitud de la aguja que te prescribirá el diabetólogo en el plano terapéutico, deberás usar una técnica u otra para administrarte la inyección.
¿Te pones la inyección subcutánea con una aguja de 3,5 mm? Es la opción más sencilla: solo tienes que colocar la aguja en sentido perpendicular al punto donde quieres inyectarte la insulina.
Para la inyección subcutánea con una aguja de 6 mm debes colocar la aguja en dirección oblicua, con una inclinación de 45 grados respecto a la zona de punción.
Si utilizas una aguja de 8 mm o más, debes seguir la técnica de pliegue, es decir, pinzando entre dos dedos la zona de piel donde quieres inyectarte la insulina e insertar la aguja en perpendicular.
¿Una sugerencia? Para evitar la lipodistrofia y otras complicaciones, cambia siempre el punto de la inyección. Alterna la inyección en el brazo, abdomen, muslos y glúteos, y cambia también el punto de punción dentro de estas zonas. Nunca lo hagas en el mismo punto del área seleccionada: sepáralo al menos 1 centímetro.