Para los músculos se utilizan jeringas de 5-10 ml con agujas de 6-8 cm de longitud, o mayores para soluciones oleosas, que penetran en profundidad. Los fármacos inyectados por vía intramuscular actúan con más rapidez que los ingeridos por vía oral: la inyección se inserta en el tejido muscular rico en vasos sanguíneos, lo que favorece la circulación del fármaco en la sangre.
La inyección intradérmica, es decir, la inyección que no supera la dermis, permite administrar vacunas, te ayuda a saber si tienes alergia mediante los test de sensibilidad a alérgenos y permite realizar pruebas intradérmicas que ayudan a diagnosticar enfermedades como la tuberculosis y la brucelosis. Para ello se necesitan jeringas de un máximo de 1 ml, (para fármacos de liberación lenta, con agujas cortas de hasta 1,5 cm).
Este tipo de inyecciones se practica con una aguja corta y fina (de entre 1,5 cm y 2 cm) y una jeringa de 2 o 2,5 ml. Está indicada para todas aquellas sustancias cuya absorción debe ser más lenta. Por ejemplo, la morfina y la atropina. Se practica introduciendo la aguja casi en paralelo a la piel hasta llegar a la capa subcutánea, de forma que el líquido se deposite.
Esta técnica consiste en la introducción directa, en el sistema sanguíneo venoso, de una sustancia insertando una aguja en una de las venas más accesibles, que suelen ser las anteriores al pliegue del codo y del antebrazo. La principal ventaja de la vía intravenosa es que el fármaco se inyecta directamente en vena… de modo que se evitan todas las barreras de absorción.