La inyección intramuscular llega a la masa muscular, permite una absorción más rápida (unos 20 minutos) y es menos dolorosa que otros tipos de inyecciones. Es preciso saber que las fibras musculares donde se aplica la inyección están muy vascularizadas y poseen pocas terminaciones nerviosas. Estos dos factores hacen que las inyecciones intramusculares sean más rápidas liberando el fármaco y menos molestas que otras.
El objetivo de la inyección intramuscular es liberar el fármaco en el núcleo carnoso de un músculo con una circulación eficiente de sangre que permita su rápida absorción. Los músculos preferidos para la inyección intramuscular son los más irrigados de sangre como el deltoides, los glúteos (zonas ventroglútea y dorsoglútea), el muslo (vastoglútea) y cerca de la rótula (recto femoral).
La inyección intramuscular se prefiere a la subcutánea cuando se necesita inyectar mayores volúmenes de fármaco. Las sustancias inyectadas por vía intramuscular son soluciones o suspensiones acuosas, pero pueden inyectarse también sustancias de base oleosa. El volumen máximo de fármaco que se puede administrar es de 5 mililitros para los adultos.
Cuando no es posible ingerir fármacos por vía oral por patologías asociadas a una absorción alterada del fármaco o por problemas de deglución, la inyección intramuscular constituye una alternativa válida. La inyección intramuscular es también la opción preferida para la administración de vacunas, determinados antibióticos y hormonas.
La inyección intramuscular podría provocar dolor y no estar ausente de riesgos: por este motivo la Organización Mundial de la Salud publicó en 1998 dos recomendaciones que deberían seguirse en relación con este tipo de inyección: "las inyecciones solo deben practicarse cuando sean necesarias" y "todas las inyecciones deben ser seguras".