Es un dilema para todas las mamás de un recién nacido: ¿se puede amamantar con fiebre? La ciencia ya ha dado una respuesta: amamantar con gripe no está contraindicado, ni siquiera aunque la madre tome antibióticos antigripales. Todo lo contrario: la leche materna contiene anticuerpos que aportan al pequeño las defensas necesarias para protegerse de las infecciones.
La única contraindicación real a dar de mamar con fiebre sería el cansancio provocado por la fiebre. Cuando no hay fuerzas, la práctica de amamantar al pequeño, que exige energía, podría no ser viable.
En la leche materna existen cerca de 700 especies de bacterias, entre ellas anticuerpos que refuerzan las defensas contra virus e infecciones estacionales. Los anticuerpos de la leche materna se asocian a los nutrientes ingeridos por el recién nacido que refuerza así su propio sistema inmunológico contra las agresiones externas.
Según recientes teorías médicas, con la fiebre el sistema inmunitario de una madre lactante reacciona mejorando la capacidad protectora de la leche. Si el niño y la madre están expuestos a un virus, la leche tendrá mayor concentración de sustancias antiinflamatorias. En esta circunstancia, amamantar con fiebre sería una forma natural de aportar al pequeño una nueva y eficaz capacidad de autodefensa.
Según un estudio de la Universidad Flinders de Adelaida, cuando hay fiebre la leche materna cambia sus características y experimenta un fuerte aumento del número de glóbulos blancos, la principal arma de defensa del sistema inmunitario.
Ni siquiera los tratamientos antibióticos tomados por la madre contra eventuales complicaciones de la fiebre hacen mal al pequeño. La mayoría de los antibióticos de uso común, como la penicilina, los macrólidos y las cefalosporinas, son compatibles con la lactancia. En cualquier caso, ante la duda, lo mejor es consultar siempre al pediatra.