Las alergias son el resultado de una respuesta inmunitaria excesiva a ciertas sustancias, los alérgenos, que en personas normales no provocan reacción alguna. Teóricamente cualquier sustancia puede provocar alergia pero en los primeros puestos de la lista de alérgenos se encuentran el polen, las esporas, el moho, el polvo, algunos alimentos, los fármacos, el pelo de los animales y materiales como el níquel y el látex.
La rinitis es una alergia respiratoria que provoca prurito y secreción de moco, estornudos, lagrimeo de ojos y a veces irritación de garganta. La sensación de obstrucción nasal puede durar varias horas. En su forma estacional la rinitis se asocia a la alergia al polvo y sobreviene sobre todo en primavera. La rinitis que se sufre en cualquier estación está provocada por otros alérgenos como el polvo y el moho. Se calcula que el asma está presente en al menos el 50 por ciento de las personas que sufren rinitis alérgica. En estos casos los síntomas son todavía peores pues la dificultad para respirar es mayor.
El asma bronquial es una alergia de los bronquios que puede sobrevenir a cualquier edad, pero que suele ser de origen hereditario. La exposición a una sustancia alergénica como el polen, el polvo doméstico o los pelos de los animales pueden provocar una crisis respiratoria. La respiración se vuelve sibilante y se tiene sensación de ahogo acompañada de repetidos ataques de tos.
Una reacción alérgica puede ser cruzada si las personas afectadas reaccionan de modo alérgico a varias sustancias aparentemente independientes unas de otras. Un ejemplo sería una alergia alimentaria desencadenada por la hipersensibilidad al polen: quien sufre de rinitis alérgica al polen de abedul puede reaccionar también cuando come una manzana o avellanas.