Si tienes bronquitis, la aerosolterapia te vendrá muy bien, pero vigila cómo respiras. Recuerda que, para que el fármaco sea eficaz, debes respirar por la boca y evitar a toda costa hacerlo por la nariz. Si lo haces, te arriesgas a que solo llegue a tus pulmones una pequeña parte del fármaco, la que filtre la mucosa nasal.
En cambio, si padeces sinusitis, otitis y rinitis debes hacer lo contrario: respirar por la nariz. En este caso, durante la aerosolterapia intenta concentrar toda la capacidad respiratoria en la parte más afectada por la inflamación: la nariz. ¿Quieres que el aerosol sea más eficaz aún? Inspira a fondo y aguanta la respiración unos segundos; de esta forma conseguirás que el fármaco se deposite en las paredes.
Al final de cada sesión de aerosolterapia no te olvides de limpiar bien el instrumento. Solo tienes que seguir las instrucciones que figuran en la caja de cada aerosol utilizando eventualmente desinfectantes en frío. Este pequeño gesto no te costará nada y te ayudará a mantener a raya las bacterias y otros virus de tu aerosol doméstico.
¿Te gustaría aplicarte el aerosol mientras duermes para no enterarte? ¡Gran error! La aerosolterapia durante el sueño tiene una eficacia casi nula: con la boca cerrada y la respiración ralentizada, difícilmente llegará el fármaco donde hace falta.
Un error común durante la aerosolterapia es separarse la mascarilla del rostro. Esta acción hace que el fármaco o la solución fisiológica se disperse en el ambiente y sobre el rostro. No confundas la aerosolterapia con el vapor de un baño turco: ¡los fármacos del aerosol no tienen efectos cosméticos!
Tras una sesión de aerosolterapia, no esterilices las ampollas de policarbonato o de plástico con calor. Son materiales sensibles a la temperatura y podrías dañarlos si los sumerges en agua hirviendo. Obtendrás una higiene impoluta, pero no te quedará otra que cambiar las piezas.